jueves, 3 de mayo de 2012

Persona que ejerce la política...

Hace años creía saber qué significaba ejercer o dedicarse a la política. Pensaba que un o una político debía ser una persona que debe trabajar por los demás, y también por los suyos, que debe haber elegido la forma de hacerlo antes de empezar; que debe atender a parámetros equilibrados, coherentes y consensuados.

Esa persona debe estar suficientemente preparada, técnica, social y moralmente. Debe tener una mentalidad de ahorro, de productividad y de eficacia acentuada. Conviene que no esté reñida con la humildad y con la vergüenza.

Tendría que ser también una persona que pueda agradecer con esfuerzo su cargo. Ah, ¿no lo dije?, debe ser una persona honrada, ¿cómo no? Y es que, lo creo así, con esa capacidad de sacrificio y la honradez no bastaría actualmente para representar a sus iguales.

Hace falta mucho más. ¿Qué tal valentía? Pero no cualquier valentía, aquella que permita combatir la injusticia; aquella que le lleve a enfrentarse con el poder sin temer ser apartado por él. Difícil con las reglas actuales pero ilusionante si fueran las reglas comunes para todos y todas.

Y no terminé aún. Creo que debía contar con grandes dosis de sensibilidad, empatía, ilusión e inteligencia. Debía ser una persona envidiable por sus valores, no por el valor de su patrimonio actual o futuro. Muy importante la educación en valores, contenidos no tan transversales como se califican.

¡Qué suerte tuve! Conocí, y muy bien, a un entusiasta de la política. ¡Cómo disfrutaba compartiendo y escuchando!

Esa política es la que necesita este mundo.

Bien, bien, leo lo anterior y es obvio y previsible lo que he escrito. Cualquiera a quien preguntáramos daría ideas parecidas pero... entonces..., ¿por qué no valoramos a nuestra clase política?, ¿por qué esta clase política no representa realmente a la sociedad? ¿Es que ellos y ellas no piensan igual? ¿Por qué desconfiamos de sus capacidades?

No hablo de colores u orientaciones, dentro de los valores cabe la diversidad, por supuesto. Hablo de las bases del juego, las más primitivas, de aquellas prioridades que no alcanzan a desterrar la corrupción, por ejemplo; de ciertas leyes, decretos, reglamentos, instrucciones, de todo aquello que permite lo injusto por fácil, lo ambiguo por pícaro, lo difícil por obra y gracia del poder; del dinero, vamos.

Con las prioridades actuales es difícil creer en un futuro razonable y justo para los inquilinos del mundo de entonces. Falta algún que otro engrase en las personas, todas, que lo hacemos marchar y alguna nueva pieza que nos vaya recomponiendo un destino para el camino actual que recorremos.

Para terminar, para aclararme. Hablamos de España, año 2012, estamos ahorrando, mayormente, a costa de oprimir a los más débiles. Hasta el Senado tiene su justificación de ser pero no lo que cuesta, tampoco la monarquía (y mira que es difícil escribir esta frase después de tantos años orgulloso de ellos...); ¡cómo me acuerdo de aquellos detalles, papá! Pienso mientras escribo: el amor a esa familia real se ha transformado en clamor por la diferencia abismal entre las inquietudes, ¡con la que está cayendo!, de unos y otros durante la batalla, porque esto es una batalla, siempre pacífica. Una pelea serena, pero activa, por mantenernos en los mercados: en el del trabajo, en el de la dignidad...

Siguiendo con nuestro querido país, la financiación de algunas comunidades y de bastantes ayuntamientos, los gastos en asesores y altos cargos, las dietas y gastos en transporte y alojamientos de la clase política,... ¿Podría reducirse el gasto llevando una justa opresión hasta ellos? Que sepan que estamos aquí.

Sigo un poco más: ¿por qué cobran los integrantes del funcionariado local y de nuestras comunidades autónomas más que los estatales, con igual nivel laboral?, ¿de verdad todo esto no puede ser de otra forma?

Y, además, ¿debemos aceptar que los mercados financieros tengan tanto poder? Ponen y quitan en función de sus intereses. ¿Podemos aceptar que mueran de hambre personas, cerca o lejos de aquí? Eso no se refleja en las bolsas, y sí que puede ser consecuencia de la voracidad de éstas.

No debemos permitirlo. Volviendo a nuestro "pain for Spain". ¿Hay que aceptar los recortes?, ¿hay que aceptar la reforma laboral?, ¿hay que aceptar la prima de riesgo?, ¿y el ÍBEX?,...

Hay que esforzarse, más todavía. Hay que "apechugar"... Habrá que aceptar las facturas que debamos y pagarlas, seamos Estado, Banco, Comunidad, Ayuntamiento, Monarquía, contribuyente,... o político.

Comencemos con buen pie.