Allí estábamos los tres: la matemático, el imbécil y yo.
Llegué demasiado pronto. Calculé mal, el primero, más que puntual, impuntual.
No así la matemático. Llegó tan en punto que pensé que era la entrevistadora. Se sentó a mi lado tras confirmar su cita, a la misma hora que la mía. Abrió un libro que sacó del bolso: "Matemáticas más que avanzadas". Después de dos teoremas, apareció otra persona.
Entró casi corriendo. Preguntó, no, gritó preguntando si "era aquí lo del trabajo ese". Sí. Miré las gráficas del libro avanzado.
Ese día, tras la entrevista, donde estuvimos los tres, aprendí que no importa llegar primero, tampoco es determinante ser el más avanzado. Lo más importante es no necesitar lo ansiado y, también, avanzar primero porque ni el imbécil lo resultó tanto, ni las matemáticas son las de antes ni yo...
¿Adivinas quien consiguió ese empleo? Ya ni me acuerdo.
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