jueves, 2 de febrero de 2012

Otro escrito por "El ojo crítico"

Desde que había recibido la llamada del pequeño Nicola, daba vueltas a la cabeza, me preguntaba qué podía querer de una médium el grupo de mafiosos al que representaba. Todo el pueblo sabía quienes eran los clientes de Nicola. Desde pequeño, como su padre, sólo tuvo amigos poderosos. Eso hasta que se graduó como abogado, ahora no sólo eran amigos poderosos, eran amigos peligrosos.
Recuerdo a Nicola de niño, ¡cuántas tardes y noches pasamos muchos vecinos sentados en el portal entretenidos mientras él escuchaba! No interrumpía a nadie, escuchaba con atención. Aprendía.
Cuando esa mañana llamaron a la puerta, la abrí e hice pasar a Nicola y a sus dos acompañantes, a Don Camilo y a un corpulento muchacho. Pasaron a mi despacho.
Nadie dijo más que un “buenos días”. Habló Nicola: “Don Camilo cree que su papá y el mío dejaron un asunto sin terminar. Queremos hablar con ellos”.
Supe inmediatamente de qué se trataba.

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