En una granja donde el agua, los árboles, el Sol y el viento acompañaban a Tom, el granjero, los pájaros paraban a disfrutar de la belleza de ese paraje. Tom había plantado calabazas, patatas, boniatos, lechugas, tomates, cebollas, ..., un montón de ricas hortalizas.
No le gustaba que los pájaros comiesen o picasen en sus huertos y bancales. Por eso, creó, no, formó un espantapájaros. Era un palo con dos ramas como brazos, con algo de paja y un sombrero viejo.
Ese espantapájaros era todo menos espantoso. Para los pájaros era delicioso encontrarlo, les parecía hermoso, era hasta mágico. Teo, que así se llamaba el espantapájaros, contaba historias a los pájaros y también les preguntaba acerca de otros lugares. Aprendió mucho de ellos.
Una mañana, mientras el granjero trabajaba cerca del espantapájaros, éste le sonrió y Tom se quedó mirando. Se quitó el sombrero y le puso el suyo, bastante más bonito y nuevo que el viejo de paja que Teo había llevado hasta entonces. El espantapájaros se sintió bien con su nuevo sombrero y sonrió pero no vió sonreir a Tom. Ninguno vió sonreir al otro pero ambos estuvieron contentos.
Esa tarde, Tom puso ropa nueva a Teo. Los pájaros estaban cerca. Teo, que siempre había hablado muy bien de Tom a los pájaros, ahora les contaba todo lo que el granjero lo cuidaba. Le hizo un buen traje y lo colocó a la sombra, con sombrero nuevo y paja fresca, con ropa alegre y limpia.
Los pájaros hicieron una fiesta en honor a Teo y trajeron nuevas semillas de flores y frutas para celebrarlo. Como recogieron mucho, lo que sobró lo plantaron en una esquina del bancal de Tom, donde éste siempre decía que no crecería nada, donde la tierra parecía seca.
Cada pájaro plantó lo que le sobró, se regó boca a boca, pico a pico y ...¡menuda sorpresa! Al poco tiempo, ese huerto pasó a ser un huerto lleno de hortalizas, pero también de frutos y colores. Los pájaros pasaban cada vez más tiempo con el espantapájaros, con el atractivo encantapájaros Teo.
A Tom también le gustaba pasar las tardes escribiendo y leyendo junto a Teo.
Esa niña terminó el cuento describiendo las flores y el niño escuchó el cuento viendo a esa flor e imaginando colores. Colorín, colorada, ya no es lila sino morada.
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